Existe consenso generalizado que los factores de mayor incidencia en el desarrollo del comercio exterior son la eficiencia de los servicios de infraestructura de transporte (puertos), los servicios logísticos (agenciamiento y transportes) y la facilitación fiscalizadora. La sumatoria de los costos asociados a estos factores puede llegar a constituir hasta el 40% del valor del bien comercializado internacionalmente. Es por ello que la autoridad debe velar por que las políticas públicas del sector se integren en forma armoniosa para mantener un equilibrio entre la eficiencia y agilidad que requiere la cadena logística, con la permanente necesidad de salvaguardar nuestro patrimonio económico, tributario y fitozoosanitario, sin descuidar aspectos de seguridad y el cuidado del medio ambiente.
Los servicios de infraestructura de transporte responden técnica y económicamente a la lógica de la economía de escala y grandes inversiones, y por lo tanto se
planifican con una mirada de largo plazo. Si miramos al 2030, y observamos los planes maestros de las empresas portuarias de San Antonio y Valparaíso, que administran los principales complejos portuarios nacionales, se presume una racionalidad acorde a la evolución de la demanda de nuestro comercio exterior y los requerimientos de los servicios marítimos en cuanto a tecnologías de naves que operarán en la costa oeste de Sudamérica. A dicha fecha la capacidad generada será suficiente para movilizar 4 veces el actual número de contenedores anuales (hoy suman casi 2 millones de TEUS).
Para comprender estas cifras en términos relativos, basta señalar que esa capacidad constituirá menos del 50% de la capacidad actual de puertos como Singapur o Hong Kong.
Respecto a la tecnología de naves que veremos operando en los próximos 20 años en los puertos chilenos, dada nuestra situación de escala y la estructura de servicios marítimos al Asia, Norteamérica y Europa, éstas serán de una capacidad no mayor a
los 9.000 TEUS, por lo que perfectamente se puede esperar que el desarrollo portuario Chileno previsto dará cumplimiento a las necesidades operativas de estos barcos. Entender la lógica que utilizan los carriers marítimos que operan en la costa oeste de Sudamérica, es clave para despejar las dudas, pues la industria se ha reinventado para compartir servicios y espacios en barcos, haciendo un frente común a la volatilidad del mercado y por ende minimizando los efectos negativos en los costos operacionales.
El resto de la cadena logística debería seguir este ejemplo de racionalidad y colaboración, incorporando donde sea necesario mayor coordinación, inteligencia, transparencia de la información y tecnología. Abordar todos estos desafíos con una mirada público-privada es la clave del éxito para llegar “a buen puerto”.
Luis Ascencio C. Escuela Ingeniería Industrial
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso